ÚLTIMAS DECISIONES ~ Parte 1 ~ LA CARTA

Tiempo de lectura: 08 minutos.

Francesco dio un respingo al notar que alguien le tiraba de la pernera del pantalón. Por poco no dejó caer al suelo el paquete que sostenía en las manos.

—¡Hola, Francesco! —dijo el niño y salió corriendo hacia su madre.

—¡Roberto! No molestes al señor De Rossi —dijo alborotándole el pelo.

—Pero si no es molestia señora Bianchi. Y llámeme Francesco, al fin y al cabo nos conocemos toda la vida. Solo ha venido a saludarme. ¿Verdad Roberto?

El niño asintió y se acercó a la cristalera que daba a la avenida. El sol golpeaba con fuerza el vidrio y un gato negro restregaba su lomo a lo largo del cristal. Se tumbó sobre la caliente repisa.

—¿Viene a recoger algún envío de su mujer? Hace ya años que no la veo.

Clara observó cómo Francesco apartaba su mirada y cayó en la cuenta de la indiscreta pregunta.

—Lo siento, no quería meterme donde no me llaman.

—No, no. Tiene toda la razón. Eva lleva más de cinco años en Berlín. Al principio decía que su padre la necesitaba en el partido, pero ahora creo que era una simple excusa para marcharse. Por desgracia mi corazón nunca la ha dejado irse.

—Mi marido también se marchó sin mi permiso. Parece que los dos nos encontramos en una encrucijada. —Clara sintió como se repetía la mirada esquiva de Francesco. —¿Por qué he dicho eso? Ahora pensará que estoy insinuándome. ¡Oh por Dios, Clara! Qué desastre de mujer eres… —caviló con tanta intensidad que casi podían leerse sus pensamientos.

—¿Cómo lo lleva Roberto? —inquirió Francesco.

—¿Lo de su padre dice? Bueno, no hay día que no se acuerde de él. Me pregunta que cuándo va a volver de viaje, y que sí ya le han curado del todo. Yo le digo que por la guerra no le permiten volver. Hay veces que me dan ganas de abrazarle y contarle la verdad. Creo que cuando lo descubra me odiará de por vida. Tal vez, con un poco de suerte, este maldito conflicto nos mate a todos y así no tenga que contárselo.

—¡No diga eso mujer! Si se enfada ya se le pasará cuando tenga uso de razón. Lo importante es que usted no se rinda.

Clara se encogió de hombros y exhibió una sonrisa forzada.

—Sabíamos de la enfermedad de Carlo desde hace años, pero no se podía hacer nada más que esperar. Al final, cuando la salud casi le había abandonado por completo, ya no podía ni reconocerlo. No era él. Era un triste recuerdo del hombre que amé durante tanto tiempo. —Hizo una pausa y tomó aire—. Y cuando terminó su sufrimiento, se desvaneció el mío también. Y lo peor de todo es que me sentí bien, y eso me hace sentirme mal cada vez que lo recuerdo. No sé cómo explicarlo. —La voz le empezaba a fallar.

—No hace falta que expliques nada, Clara. Si necesitas algo…

Pero antes de finalizar la frase Clara negó con la cabeza y susurró un no casi pronunciado con un aliento. El nudo en la garganta había venido para quedarse.

—Cada semana venimos a mandar un telegrama a Suiza, donde se supone que está su padre. En realidad se lo mando a mi hermana que vive en Francia, ¿sabe?

El niño se acercó a toda prisa y estiró a su madre de la plisada falda azulada.

—¡Está muerto! —dijo Roberto gritando—. ¡Mamá, está muerto! ¡Pensaba que estaba vivo, pero está muerto! —Su madre lo miró con los ojos desorbitados.

El niño señaló al gato que dormía ocupando gran parte de la cornisa, dejando colgar sus patas al aire. La madre exhaló con nerviosismo y se apartó de ellos. Francesco creyó que Clara vomitaría en cualquier momento.

—¿Te gustan los gatos Roberto? —dijo Francesco repitiendo el gesto que había hecho su madre removiéndole el cabello.

—Me súper encantan.

—Pues yo tengo un gato atigrado precioso.

—¡Ostras! —dijo casi tapándose la boca al mismo tiempo. Por suerte su madre había comenzado a rellenar un formulario y no le escuchó—. Caramba, qué suerte tiene usted Francesco. ¿Puedo ir a verlo?

—No creo que sea lo más conveniente, pero si algún día pasas por mi calle, Calcetines y yo nos podemos asomar a la ventana para saludarte.

—Calcetines... ¡Me gusta el nombre!

Clara continuaba con la cabeza metida en el formulario y Francesco no podía ver su cara, sin embargo podía percibir que estaba casi llorando.

— Me marcho, que estoy impaciente por abrir el paquete. Nos vemos otro día Clara. ¡Nos vemos Roberto!

El niño asintió y la madre se despidió con la mano sin girar el rostro.

Francesco estaba sentado en la acera. Entre sus piernas descansaba el paquete abierto. Sujetaba una carta y un colgante con forma de cocodrilo pendía de su mano. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Al ver que Clara y Roberto venían calle arriba, se levantó y quiso entrar en su casa.

—¿Te pasa algo Francesco? —preguntó Clara.

—Es la carta de Eva, no puedo con esto. ¡Maldita sea! —Arrugó el papel entorno al colgante y lo lanzó con todas sus fuerzas—. Lo siento Roberto, otro día te presentaré al gato —dijo con la voz rota.

—Vale.

Francesco cerró la puerta de un golpe. Clara buscó la bola de papel, la abrió y la leyó en silencio.





Clara recogió el colgante, se lo puso en el cuello y posó la mano encima.

—¿Cómo me habías dicho que se llamaba el gato de Francesco?

—Calcetines. Es un gato-tigre, ¿sabes?

A Clara le provocó una risita y le hizo sentirse bien. Cogió a Roberto de la mano mientras volvían hacia la casa de Francesco.

—Vamos. Al fin y al cabo, yo también quiero conocer a alguien especial. No todos los días se tiene la oportunidad de conocer a un gato-tigre.


Imagen de StockSnap en Pixabay


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Comentarios

  1. No entiendo de literatura, pero me ha gustado mucho0 que tan pocas palabras sean capaz de contar una historia tan larga de contar......

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    1. ¡Muchas gracias por tu comentario! A veces es complicado encontrar las palabras adecuadas para dotar a los personajes de la energía necesaria. Me alegro que hayas podido conectar con ellos.

      Si tenéis cualquier duda sobre este, o cualquier otro relato no dudéis en preguntar. Me encanta explicaros los detalles ocultos siempre que los encontráis y vuestros comentarios me ayudan a mejorar.

      Un fuerte abrazo, lector@ desconocid@.
      R. Budia

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  2. Muy bueno!! Me llevó a la época dónde la gente amaba con intensidad, pero de verdad. Ahora son intensos pero muy hipócritas.

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    1. ¡Gracias! Es estupendo que hayas conectado con los sentimientos de Clara y Francesco. Aunque hay muchas y muchos Eva Himmler hoy en día, no hay que perder la fe en la humanidad. Aún quedan buenos corazones por ahí sueltos 💙.

      Un fuerte abrazo.
      R. Budia

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  3. Engancha...a seguir con la historia...

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    1. Jover, muchas gracias por tu comentario. Me alegro que te haya enganchado el relato.
      Te invito a que continúes leyendo la segunda y tercera parte, y nos dejes tu impresión.📝

      Y si no te has suscrito todavía, te recomiendo que lo hagas para no perderte ningún relato, además tendrás un regalito exclusivo. 🤫

      Un fuerte abrazo.
      R. Budia

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