LA CENA





Llevo tiempo escribiendo historias de otros, pero ha llegado el momento de contaros algo que me pasó cuando era demasiado joven como para tener conciencia de mis actos. No sabía si contarlo, pero dado que hace ya unos cuantos años que sucedió, y que los hechos ya habrán prescrito, no tengo ningún reparo en explicaros cada detalle. No es muy largo, así que no os costará mucho leerlo.

Sucedió en una cena que organizaron mis antiguos compañeros de colegio. Yo todavía no tenía hijos y no estaba casado, aunque sí que tenía novia. Todo pasó al salir del restaurante.

—Vamos en mi coche —dijo Fran, el más gordito del grupo. Hablaba con una lengua que parecía de trapo, pero todos íbamos igual—. Lo tengo aparcado justo aquí al lado.

Lo seguimos y nadie se planteó que iba más cocido que una mona. Personalmente, sabía que, si lo pillaban, el que iba a palmar el carné y se iba a comer la multa iba a ser él. Aunque, lo que nadie se esperaba, es que el muy imbécil iba a clavar el pie a fondo en la primera recta para demostrar su valía al volante de aquel Seat León amarillo canario.

Las ruedas chillaron en la primera curva de la carretera que va junto al río, sin embargo, hasta que no chocamos contra aquella palmera, el vehículo no se detuvo. Hay que joderse. El coche quedó destrozado y nosotros doloridos y magullados por los fragmentos de cristal.
 
—Carlos, llevas algo ahí —me dijo Fran cuando dejó de reírse, y al tocarme la ceja me di cuenta de que tenía clavado un trozo de vidrio. Casi pierdo un ojo, pero no fue nada. Y lo mejor de todo es que nadie resultó herido de gravedad.

—¡Vaya hostia! —dijo Cristina, y todos nos partimos el culo.

—¿Habrá que llamar a la poli? —dije yo, pero todos se me tiraron encima, como si hubiera dicho algo del otro mundo.

Al final nos fuimos andando hasta el centro del pueblo, donde continuamos bebiendo como si tal cosa. A mi amigo Fran lo buscaron al día siguiente y desconozco cómo lo justificó, pero, de todas maneras, eso ya no importa, porque no ha vuelto a salir con nosotros de fiesta.
Dice que somos una mala influencia.
 
 

 
Puedes dejar un comentario, compartir este artículo en tus redes sociales, suscribirte por correo electrónico para no perderte ninguna actualización o seguirme en mis redes sociales y así mantenerte informado.


Sígueme en redes:

@rubiobudia




Comentarios