LAS NOCHES DE RANDALL - MEMENTO MORI





PARTE I

La fiesta en casa de Thomas Carver no había resultado exactamente un éxito para todos los participantes, y mucho menos para él. El estúpido anfitrión había terminado bajo las sábanas con una tal Juliette, algo que envidiaba la mayoría de los babosos asistentes. En cambio, solo a un auténtico gilipollas se le ocurriría acostarse con Juliette la nueva, Juliette sin apellido, Juliette la novia de Randall Summers. Y la mala jugada no venía por haberse tirado a la pareja de otro, sino por lo que pasó después. Randall no tenía manera humana de saber si lo habían hecho o no, sin embargo, estaba casi seguro de ello, a pesar de que se había ausentado de la fiesta diez minutos antes de que Thomas le bajase las bragas a Juliette. Randy, como solían llamarle, era muy buen chaval, pero a la vista de los demás, demasiado inocente.

—¡Ey, Randy! —le dijo uno de sus colegas solo unos días atrás—. ¿Has visto lo que hace la guarra de tu novia? Se está morreando con el segurata de la disco.

—Te aseguro que no. Esa que has visto no era ella. Seguramente se le parecería, eso es todo —dijo Randy mientras, en el callejón de atrás, un tío cachas sin una pizca de cerebro le metía la lengua a Juliette hasta el cielo del paladar.

Ahora Randy se alejaba de la fiesta y de cualquier posibilidad de una vida junto a Juliette. Antes de llegar al parque percibió que alguien se le acercaba por detrás. Si se hubiera tratado de alguna otra chica de la fiesta, los tacones la hubieran delatado al instante, pero las Vans de Christine eran difíciles de detectar. Casi le había tocado la espalda cuando Randy se giró de súbito y ambos se asustaron al cruzar las miradas. Christine Anderson, la guapa Christine que siempre sacaba a su amigo Randy de los pozos de pena donde él solito solía meterse, le saludó agitando su mano abierta en el aire, como si se encontrase al final de la calle en vez de delante de sus narices.

—Hola, Randy. ¡Sí que te has marchado pronto! No te has bebido ni una sola copa de ponche —dijo recogiéndose el pelo en una coleta. Randall la observó y se obligó a apartar la mirada—. Últimamente estás muy raro, tienes peor cara que mi profesora de ciencias.

—¿La señora Watkins? ¡Qué horrible debo estar! —La chica soltó una risita y después del chiste se quedó pensando en qué excusa poner—. Bueno, sabes que padezco del estómago —dijo tirando de hemeroteca y se frotó la barriga—. He cenado en casa y no me ha sentado del todo mal, así que prefiero no arriesgar.

—¡Pero si no has tomado ni un refresco en toda la noche! ¿Quieres que paremos en Denny's? Está abierto hasta el amanecer y a mí me vendría bien un trozo de tarta. ¡Adoro su tarta de manzana!

—Eres muy amable, Christine, pero tengo que volver a casa —dijo con cierta aspereza.

—¿No será por Juliette? Porque, créeme que no sabe lo que se pierde dejando que vuelvas tú solo.

—No, que va. Después de la discusión que tuvimos en el jardín de Thomas, he dado nuestra relación por terminada. Tampoco hay que hacer un drama. —Hizo una pausa y sintió que el aire se ponía tan espeso que podría cortarlo con una daga—. Yo no puedo, o más bien no quiero seguir su ritmo. Ella simplemente tiene que vivir su vida, y yo la mía. Vamos, por decir algo.

La coletilla remató la peor explicación que había dado nunca. No quería contarle a Christine el motivo real por el que lo habían dejado y, por suerte, la chica que caminaba a su lado lo entendió a la perfección. Cruzaron la cerca de palos que delimitaba el parque y lo atravesaron bajo los extravagantes neones de los cines AMC. Al lado, el letrero de Denny’s y el del Cadillac Lounge quedaban en segundo plano. Encararon la perpendicular, iluminada por unas cuantas farolas salpicadas que vertían una tenue luz sobre las aceras. Ella amenizó el trayecto tarareando «I wanna dance with somebody» hasta la esquina de la calle donde vivía Randy y, al girar, desaparecieron las luces parpadeantes de la cartelera que ya se encontraba al otro lado del parque. Ella levantó su mano para dejarla caer suavemente sobre el brazo del muchacho, quien no mostró intención alguna de apartarse.

—¿Seguro que no quieres tomar aunque sea un café?

Randy oteó las montañas que se levantaban sobre el horizonte, y un resplandor rojizo le hizo saber que era hora de acostarse.

—Gracias, Christine. Te lo agradezco de verdad, puede que seas lo mejor que me ha pasado en toda la semana, pero dentro de poco se hará de día y mañana tengo un montón de cosas que hacer.

—Pero si ya terminaste en la facultad, ¿no? Por lo menos no te he vuelto a ver por allí.

—Sí. Terminé hace... Un par de semanas —dijo intentando no desviar la vista a la izquierda, lo cual delataría su burda mentira—, ahora estoy con las prácticas en el hospital —Eso último era verdad, en parte.

—Bueno, pues te dejo, señor ocupado. —Su estómago rugió en señal de desaprobación.

—La tarta te llama —anunció Randy—. Te acompaño de vuelta hasta el parque si quieres, no tengo mucho más tiempo.

La chica aceptó la oferta aunque solo fuera por estar un rato más junto a él y desandaron el camino. Se detuvieron al borde del parque y, pasados unos segundos, ella continuó caminando sin despedirse.

—¡Christine! —gritó mientras la chica se alejaba golpeando los barrotes de la valla con la mano, camino de la cafetería—. ¿Nos vemos algún día para ir al cine o algo?

—¿O algo?

—Sí, bueno… Menudo idiota estoy hecho —pensó.

—Mmm… ¡No lo sé, tengo un montón de cosas que hacer! —contestó canturreando, giró sobre un pie y su cabello se alborotó quedando suspendido en el aire. Randall agachó la cabeza—. ¡Pero el miércoles a las ocho podría hacer un hueco! ¿Película y palomitas?

—Mejor solo película —pensó, pero respondió formando un círculo con el pulgar y el índice en el aire.

Ella soltó una sonora palmada y le regaló una sonrisa antes de alejarse corriendo. Entre los árboles, una sombra que les espiaba zarandeó las ramas de un pequeño arbusto antes de desaparecer.



—¡Hostia puta! ¡Menudo polvo! —espetó el imbécil de Thomas haciéndose a un lado en la cama. Iba desnudo de cintura para abajo, en cambio, todavía conservaba la sudorosa camisa a cuadros con la que había pasado el día.

—¿A follar como un conejo lo llamas tú echar un polvo?

—Como un conejo o no, acabamos de hacerlo mientras que Randy vuelve a casa él solito. Bueno, él solo no, porque me han dicho que Christine salió detrás de él como una perra en celo. Me da que esta tía te quiere levantar el novio.

—¿Christine? ¿Estás seguro? ¿Cuándo te han dicho eso?

—Cuando bajé a buscar los condones, hará... unos quince minutos.

La chica rio a mandíbula batiente con una risa sarcástica propia del mismo demonio.

—¡Ay, muchacho! Eso fue hace solo cinco, como mucho. Ven, anda. Acércate y no te preocupes por ellos —dijo extendiendo el brazo. Él se acercó y ella besó su cuello.

—Thomas, ¿crees que podríamos hacerlo otra vez?

—¡Ni de coña! Este parajito ya no se levanta ni aunque le des alpiste del bueno. Además, tengo ganas de beberme una cerveza. Como dice mi padre, «Un polvo al día y la cerveza siempre fría».

—Está bien, como tú quieras. Solo deja que te dé un beso de buenas noches.

El muchacho cerró los ojos y arrugó los labios mientras apartaba las sábanas con los pies para levantarse. Juliette le apretujó las mejillas y abrió la boca dejándole ver cómo le crecían dos enormes colmillos, largos y afilados. Thomas no daba crédito a lo que estaba viendo. Trató de gritar, pero ella apretó aún más fuerte su cara y no pudo más que emitir un par de gemidos ahogados que se le escaparon por la nariz.

—No es posible, los vampiros no existen —se dijo para sí mismo mientras trataba de seguir respirando, pero pronto todo eso le daría igual. Como si alguien hubiera hurgado en su cerebro buscando el botón de desconexión y lo hubiera encontrado. Ahora se sentía feliz. Se olvidó de que tenía brazos con los que defenderse y una vida a la que aferrarse. Supo que aquella zorra chupasangres lo iba a matar y no le importó, de hecho, lo estaba deseando. Necesitaba morir y ella era la única que podía entregarle ese premio.

Juliette lamió los morros de Thomas y sintió cómo sus facciones se relajaban. Le giró bruscamente la cabeza y envolvió su garganta con la boca para quebrar su gaznate de un mordisco. Un hilillo de sangre descendió hasta el cuello de la camisa y una sonrisa apareció en el rostro del muchacho antes de exhalar el último suspiro ahogado.

 
 


CONTINÚA EN LA PARTE 2:


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Comentarios

  1. Q buuuueeeno y sigue👏🏻👏🏻👏🏻🦇 deseando ver cómo✍️💪🏻🤗

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    1. ¡Hola, Mariló!

      Septiembre es el mes de los vampiros en nuestro blog. Ya verás, ya...

      😱🦇

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  2. A pesar de que el tema de los vampiros no es de mis favoritos, me ha gustado el relato. La historia cambia de una escena a otra con mucha naturalidad y el final como siempre, sorprendente. Por cierto hay dos vampiros verdad?

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    1. ¡Hola, Ángeles!

      Pues sí me dices que no te apasionan los relatos de vampiros y que este te ha gustado por la naturalidad con la que está contado, me apunto una muesca en mi revólver. 💪🏻👏🏻

      Veo que no lo haces mal contando vampiros. 😁🦇

      Supongo que habrás visto que el final, a pesar de ser sorprendente 😃, deja mucho por descubrir en el siguiente relato de la serie.

      🦇📖💙

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    2. Pues nada, a esperar una semana !

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    3. 🤣 Lo bueno y lo malo es que pasa rápido.

      📆👋🏻

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  3. Por fin algo de gore?
    A esperar nos toca para ver la evolución del relato.
    Ya tengo ganas de ver cómo se desarrolla la historia.

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    1. Ya tenías ganas, ¿eh? Cómo nos gusta la sangre... Saca lo más visceral del ser humano.

      Luz, fuego, destrucción. 🤣

      Ya está en el horno la segunda parte. Pronto, amigo. Muy pronto.

      🙋🏻‍♂️🦇📖💪🏻

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