LAS NOCHES DE RANDALL - MORS AB ALTO





PARTE II

Randall pensaba bastante a menudo en Christine, aunque cada vez que entraba en el hospital, todas aquellas series y películas que había devorado en los últimos días revoloteaban en su cabeza y no le dejaban pensar en otra cosa. Vampiros, hombres lobo y otros seres de ficción le acompañaban en sus escarceos nocturnos. De todos ellos, con el que más se identificaba era con ese chupasangre llamado Louis, un vampiro que no quería matar para alimentarse. Sonaba idílico. Eso sí, le había trastornado el personaje de aquella niña de tirabuzones dorados obligada a permanecer eternamente joven. Cruel y despiadada, caprichosa y malcriada. Igual que Juliette.

Los aspersores ronroneaban con lentitud sobre el césped de la instalación, y el suelo encharcado le obligaba a zigzaguear para no mancharse de barro. Randall pensó que si fuera el puto Drácula podría haber levitado por encima de los charcos en lugar de saltar de un lado para otro como si fuera un jodido niño. Total, no había nadie fuera que pudiera descubrirle. Dejando la puerta principal a un lado, rodeó el edificio y se situó entre dos enormes abetos. El viento se había tomado la noche libre, y solo se escuchaban los ruidosos camiones que circulaban por la alejada autovía. El aroma de las vigorosas caléndulas que crecían alrededor del camino, se había vuelto imperceptible para Randall. Ahora olores tan característicos como la hierba recién cortada carecían de importancia, sin embargo, podía oler las feromonas de otros seres, la sangre o el miedo.

Tras inspeccionar visualmente la fachada encontró la marca que había dibujado con anterioridad en la repisa de la ventana, una sutil mancha vertical que bien podría tratarse de la cagada de un pájaro de no ser por la otra línea que la cruzaba, y se ubicó debajo.

—La equis marca el lugar —se dijo en voz baja.

Sin moverse de su posición examinó los alrededores con una mirada rápida por última vez, puesto que lo último que pretendía era ser descubierto, y comprobó que llevaba el material de repuesto en el bolsillo palpando la superficie. Dándose un pequeño impulso, saltó los diez metros que le separaban de la ventana sin mayor dificultad. Aterrizó con suavidad sobre la cornisa y descorrió la pesada hoja.

El responsable de los estudiantes en prácticas ya le había dado permiso para entrar en el edificio, de modo que podía hacer y deshacer en mitad de la noche sin que nadie se percatase de su presencia.

Se dejó caer al interior de la estancia y sus zapatos cortaron el silencio. Sin mover un solo músculo, permaneció de pie hasta que tuvo la certeza de que nadie le había oído. Cerró la puerta de la habitación bajando la manivela para evitar el chasquido y se acercó a la paciente.

Postrada en la cama, la mujer respiraba gracias a que una máquina bombeaba aire a sus pulmones de manera regular. Su piel blanquecina cobraba un ligero color rosáceo a la altura de los pómulos, casi hundidos. Al acercarse, Randall tropezó con el carrito del monitor que reflejaba el latido, pero la mujer estaba muy lejos de poder escuchar el ruido metálico y, menos aún, de percibir cómo Randall desenchufaba el aparato. Desconectó el suero realizando un hábil corte en el tubo, se llevó el conducto de plástico a la boca y se sentó en el catre junto a la paciente.

El brazo de la mujer cayó a un lado de la cama, aunque Randall determinó que ya lo colocaría después en su sitio. Succionó con tal fuerza que el líquido transparente del tubo se volvió rojo casi al instante, y el muchacho continuó chupando hasta que fue imposible sacar una sola gota más de aquel cuerpo inerte. Saboreó la pastosa sangre en el paladar y no le resultó desagradable, pero la sensación no era ni parecida a la que plasmaban en las películas. Nada de gorgoteos lascivos, nada de sonidos roncos y ahogados. Nada. Tan solo un agradable sabor duradero, como el que le producía la carne que solía tomar en la barbacoa del tío Phil, o tal vez ni eso. Ahora ya no podía pensar en carne de ternera a la brasa, ya que el solo hecho de rememorar su intenso aroma le provocaba desagradables arcadas.

La piel de la mujer se tornó de un color grisáceo sepulcral, y sus mejillas perdieron cualquier atisbo de rubor que pudiera quedarles. Randall sacó el tubo embolsado que llevaba en el bolsillo y lo cambió por el que había seccionado, conectándolo de nuevo a la bolsa de suero como si allí no hubiera pasado nada. Nada excepto que en la cama, antes se encontraba una persona viva y ahora un cadáver exanguinado, al igual que había sucedido con los otros tres enfermos terminales de los últimos días.

Apartó el pensamiento antes de volver a conectar la máquina de electrocardiograma, con la intención de no sentirse culpable por el crimen que acababa de cometer. En cambio, durante la última semana, ya había visto varias veces cómo el respirador insuflaba aire en los pulmones de un cadáver y las imágenes se superponían en su retina.


Se encaramó a la ventana mientras la máquina del electrocardiograma emitía un pitido continuo y, tras ojear por última vez la escena, se percató de que el brazo de la mujer continuaba caído a un lado y el camisón se le había descolgado dejando el hombro al aire.
Pensó en que no podía dejarla así, todo el mundo tiene derecho a morir con dignidad, tal y como apuntó el propio hijo de la mujer que ahora yacía en su lecho de muerte. Y aquello incluía aquella extremidad colgante y aquel hombro descocado.

Con ambas manos recogió el brazo de la mujer y lo acurrucó a un costado. Agarró el camisón, que dejaba entrever uno de los pechos, y recolocó la prenda con los ojos cerrados. Ya tenía bastante con la imagen del respirador bombeando aquel cuerpo inanimado, como para añadir la del seno de la pobre mujer a su repertorio de recuerdos para olvidar. Subió el tirante y notó algo más frío incluso que su propia carne. Tanteó con la mano y descubrió una cadena. También se había descolgado y caía a un lado del cuello.

—¡Oh, joder! —gritó sin contemplación alguna.

Abrió los ojos y observó cómo su piel ardía. Sobre la palma de su mano, un crucifijo plateado mostraba la imagen de Jesús, rodeado de un fuego purificador que consumía la carne de Randall.

Lo soltó de golpe y, tras un par de soplidos, apagó el pequeño incendio, aunque la silueta de la cruz quedó tatuada en forma de herida. La mano le dolía sobremanera, pero no se trataba de un terrible dolor como el que sintió años atrás, cuando se quemó la pierna con la moto de su primo Peter. Entonces la piel se quedó pegada al tubo de escape y su herida palpitó al compás de los latidos de su corazón, creciendo con cada pulsación. Ahora, el dolor que le había causado la cruz era mucho más seco, un dolor huérfano de vida. Observó el crucifijo sobre el pecho de la mujer y sintió una enorme presión detrás de las córneas, como si fueran a explotarle. Le entraron ganas de bufar como los vampiros de las pelis, y la simple idea de hacerlo le pareció disparatada aunque necesaria. Como buenamente pudo contuvo el bufido.

El prolongado pitido del electro había atraído la curiosidad de alguien que manipulaba la manivela de la puerta y el poder del crucifijo, tan visible, le invitaba a abandonar la estancia, de modo que hizo lo que se suponía que tenía que hacer. Bufó como un gato erizado y se lanzó por la ventana sin mirar atrás para desaparecer en la noche.


El jardín se abarrotaba de jóvenes que consumían ponche y cerveza en cantidades industriales. Y aunque muchos de ellos pronto necesitarían vaciar sus vejigas, ninguno había sido invitado a entrar en la casa, por lo que una jauría adolescente se vería abocada a regar las plantas de la madre de Thomas durante toda la noche. Varias veces.

—Juliette, necesito respuestas —dijo casi a gritos debido a que la música de la fiesta se elevaba por encima de cualquier conversación.

—Vamos, cariño —dijo acariciando el mentón de Randall—, sabes que no te las puedo dar. Te lo he dicho decenas de veces, tienes que descubrirlo por ti mismo. ¡De lo contrario no sería divertido! —espetó y rio a carcajadas.

—¿Divertido? ¿Te parece divertido? ¿Qué piensas hacer con Thomas? Te he visto hablando con él en la entrada, y no parecía que fueras con muy buenas intenciones.

—¿Thomas? ¿Ese idiota pretencioso? —dijo en un intento de confundirle. La cara del muchacho seguía impasible, mensaje que ella recibió al momento—. ¡Vaya, no eres tan tonto como creía!

—¿Te ha invitado a entrar en la casa?

—Todavía no, pero puedo apañármelas.

—Juliette —dijo y miró a su alrededor para comprobar si le estaban observando—, a mis amigos, no. Escoge a cualquier otro.

—¡Pero si no es tu amigo! ¡Es un gilipollas!

—Juliette, no.

—¿Ah, no? ¿Y qué me vas a hacer?

—Si le haces daño... no seguiré contigo. —Titubeó—. Sé que tú me has convertido, pero si atraviesas esa puerta hemos terminado. Tú por tu camino y yo por el mío —dijo, y Juliette arrugó el labio. Después estiró la sonrisa todo lo que pudo y se encogió de hombros.

—¡Chicos! —dijo una voz desde el interior de la vivienda refiriéndose a los invitados que bebían y bailaban en el jardín, incluidos los dos chavales que orinaban en el muro —. ¡Entrad a la casa, la fiesta todavía no ha terminado!


Sentada en el borde de la cama decidió que había cometido un error. Su cuerpo desnudo de curvas perfectas y piel lechosa era iluminado por una única vela que titilaba. Se levantó y se dispuso a ponerse la ropa. La fiesta había sido una mierda, como ya esperaba, pero por lo menos había saciado su sed con Thomas, otro imbécil que si no era virgen poco le faltaba. Juliette quería que lo vieran allí, muerto con las pelotas al viento y su ridículo pene retraído. Imaginaba a los policías reconociendo la escena del crimen mientras alguno hacía algún chiste sobre los atributos del chaval y le hizo gracia. Sin embargo, las marcas que le había dejado en el cuello eran completamente visibles, y tampoco era cuestión de iniciar una caza de vampiros por exhibir unas pelotas arrugadas.

Cuando terminó de vestirse, la vela ya no era más que una leve gota de luz a punto de evaporarse. Ajustándose la vaporosa blusa determinó que no tenía que haber convertido a ese tal Randall. En lugar de comportarse como un auténtico vampiro, lo único que hacía era chupar sangre de enfermos y seguir relacionándose con humanos. Sí, Randall había sido su gran error. Tarde o temprano lo descubrirían, tarde o temprano lo perseguirían y tarde o temprano vendrían a por ella también, así que, más bien temprano que tarde, tendría que ocuparse de él. Y eso no era bueno, porque que un vampiro mate a otro vampiro es el peor de los crímenes que puede cometer. Debería pararlo cuanto antes y obligarle a volver, era su única opción.

Recogió la vela, derramó la cera derretida sobre la mesilla y la llama recobró su fulgor. La aproximó al cuerpo de Thomas para observarlo. Su boca se había abierto como un buzón y Juliette trató de cerrársela, pero se abrió nuevamente.

—Patético —dijo agachándose y acercó la llama a una esquina del edredón. La habitación se iluminó como si fuera de día y pronto Thomas estuvo envuelto en una gran bola de fuego.

Volvió a pensar en Randall y en aquella chica, Christine, justo antes de saltar por la ventana y escapar de las llamas. Tenía que vigilarlos. Se le pasó por la cabeza una idea espantosa. Randall, ese imbécil que rapiñaba sangre de moribundos, si se lo planteaba podría convertir a su nueva novia para, los dos juntos, ir a por ella. Podrían matarla, y eso sí que no lo podía permitir.
 
 
 


CONTINÚA EN LA PARTE 3:



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Comentarios

  1. ¿Un vampiro con sentimientos y escrúpulos?...

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    1. Eso parece, amigo. ¿No recuerdas a Louis en la peli «Entrevista con el vampiro»?

      🦇📖💙

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  2. Cuanto tiempo sin leer nada de vampiros..... me gusta , está interesante.

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    1. ¡Hola! La verdad es que siempre me ha gustado esta temática y ahora hay un serie muy actual que me ha servido de revulsivo.

      Si quieres darle un vistazo se llama «Lo que hacemos en las sombras». Es una comedia muy divertida sobre vampiros. Ya me dirás.

      Un fuerte abrazo.

      🦇📖💙

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  3. A mi tb me gusta mucho esta temática me da ternura Randall el pobre con los cadáveres soy si me da ternura un vampiro 😔😔

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    1. Hola! Me alegro de que también te guste la temática. Estamos acostumbrados a ver vampiros que matan a diestro y siniestro sin ningún tipo de remordimientos, aunque también existen casos como el de Louis, que sigue manteniendo rasgos de humanidad después de su muerte y transformación. Justo eso es lo que quería captar con Randall.

      🦇🙏

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  4. No lo mates porfa porque es bueno no como Julieta esa te la puedes cargar

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    1. Como reza la famosa frase de Juego de tronos: «Lo que está muerto no puede morir».

      🦇📖

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