LAS NOCHES DE JULIETTE - ACTUS MORTIS






PARTE III


La voz de Juliette le llamaba casi en un susurro. Un susurro que tan solo sonaba en su cabeza. «Cruza el parque», dec铆a. «Ven, Randall. Solo t煤 puedes salvarla». Y eso hizo. Cruz贸 el parque corriendo m谩s r谩pido que nunca, dando enormes zancadas que casi se convert铆an en un prolongado vuelo. Por un momento experiment贸 lo que sienten los astronautas cuando van al espacio, esa ligera y placentera sensaci贸n de ingravidez que era incapaz de disfrutar, porque la ira hab铆a devorado cualquier otro sentimiento en su interior. Cuando lleg贸 al centro del parque la sensaci贸n de ingravidez desapareci贸, y volvi贸 a caminar como el ser humano que ya no era. Para el ojo inexperto hubiera resultado imposible encontrar a las dos mujeres en aquella oscuridad absoluta, pero no as铆 para el ojo de un vampiro, no as铆 para Randall, y la visi贸n le dej贸 petrificado.

Juliette sujetaba a Christine por detr谩s. Sus afiladas u帽as le inmovilizaban el cuello con firmeza, clav谩ndose en su carne como dos garras infernales. La u帽a del dedo pulgar se adentraba en la piel a la altura de la yugular, y aunque tan solo le hab铆a producido una peque帽a herida sangrante que creaba un riachuelo rojo de unos cent铆metros, no quer铆a ni pensar qu茅 pasar铆a si Juliette decid铆a apretar sus garras. En el suelo, una navaja ensangrentada era testigo de que Christine se hab铆a defendido. Bien por ella.

—Mira lo que me ha hecho tu zorrita —dijo Juliette meti茅ndose el dedo 铆ndice por una raja que casi le atravesaba la mejilla—. Randall, pensaba darte una segunda oportunidad, intentar que volvieras a m铆 y, quiz谩, convertir tambi茅n a tu nueva novia, pero por tu cara creo que no vas a querer volver conmigo. ¿Verdad, mi amor?

Randall mostr贸 sus colmillos como lo hace un animal salvaje, advirtiendo a su enemigo de que se est谩 metiendo en un terreno pantanoso. Estaba tan cerca de Juliette que era capaz de distinguir el olor de su sangre, y pod铆a afirmar que resultaba mucho m谩s apetecible que la de Christine, m谩s apetitosa que la de las personas que hab铆a asesinado en el hospital, e incluso ol铆a mucho, pero que mucho mejor que los filetes que preparaba su t铆o Phil. El aroma dulce de la sangre de Juliette le oblig贸 a inhalar con fuerza y, al hacerlo, su lengua golpe贸 el paladar de manera compulsiva.

—¡Oh, mira! ¡El chico bueno se est谩 enfadando! ¡Pues si quieres salvarla tendr谩s que portarte mal! Tendr谩s que ser un ni帽o malo —dijo de manera burlona.

La afilada garra atraves贸 la yugular de Christine como si hubiera agujereado un globo de agua, y un fino chorrito bermell贸n sali贸 proyectado. Los colmillos de Juliette se alargaron y perfor贸 su cuello con un sonoro mordisco. Para cuando Randall las alcanz贸, la fr谩gil piel de Christine manaba sangre a borbotones y la vampira la absorb铆a a placer. Randall trat贸 de separarlas sin 茅xito alguno, ya que la fuerza de aquel ser era inconmensurable. Discern铆a sobre c贸mo conseguir que la soltase cuando el instinto le sacudi贸 como lo hace una ola contra un acantilado. La herida en la cara de Juliette ya se estaba cerrando, sin embargo, el aroma era cada vez m谩s dulce, cada vez m谩s apetitoso.

—Vuelve Randall, regresa a m铆 —dijo Juliette sin mover los labios, puesto que los ten铆a demasiado ocupados con el cuello de Christine, y Randall lo escuch贸 en su cabeza a la perfecci贸n—. Vuelve. Ahora.

Atra铆do por el p谩lido cuello de Juliette su boca se torn贸 en unas terribles fauces y ella sonri贸 complacida, creyendo que Randy se unir铆a a la fiesta. El bueno de Randy. Y en cierto modo as铆 fue. Atenaz贸 con tanto 铆mpetu el cuello de la vampira que la dura piel se quebr贸 con un chasquido y se vio obligada a soltar de golpe a Christine, quien cay贸 al suelo pr谩cticamente muerta.

El hecho de que un vampiro beba sangre de otro, representa un ritual extremadamente 铆ntimo, un acto que los vincula en un estado de placer mucho m谩s all谩 del que puedan gozar dos simples humanos. Por ese motivo Juliette se dej贸 llevar en sus brazos mientras 茅l segu铆a comprimiendo sus mand铆bulas como lo hace un le贸n con el cuello de una gacela. Succion贸 permitiendo que el dulce sabor inundase su boca, y le encant贸, no como aquel regustillo met谩lico que ten铆a toda la otra sangre. Ella sinti贸 que Randall chupaba con demasiada intensidad, de modo que trat贸 de zafarse del mordisco, pero 茅l la sujet贸 por la nuca para que no se moviese y sigui贸 succionando. Para cuando ella se quiso dar cuenta de que la estaba matando, ya era demasiado tarde y estaba demasiado d茅bil como para escapar.

—Randy, no. No lo hagas… —fue todo lo que pudo decir antes de que su piel se quedase mustia y seca, y sus ojos se hundieron en sus cuencas.



—¡Christine! —dijo Randall y observ贸 que su cuello ya no sangraba, posiblemente porque no quedaba demasiada sangre que pudiera escapar por los agujeros.

Se sent贸 a su lado, la levant贸 y se la llev贸 sobre sus piernas. La chica respiraba con dificultad, pero a fe que no tardar铆a en dejar de hacerlo. Acarici贸 su cara todav铆a tibia y bes贸 su mejilla con la punta de los labios.

—Lo siento, Christine. Es todo culpa m铆a.

—Ay煤dame, Randy —dijo ella con palabras que no sal铆an por su garganta, sino que eran pronunciadas con un suspiro.

—¡No puedo! ¡Ella te ha mordido! ¡No hay nada que yo pueda hacer!

—S铆 que lo hay.

—No, Christine. Eso no. Esa bestia me transform贸 en lo que soy en contra de mi voluntad. ¿C贸mo voy a hacerte pasar por lo mismo? —dijo se帽alando sus colmillos, todav铆a impregnados con la sangre de Juliette— Ni siquiera s茅 lo que soy.

Christine, venciendo la fatiga que sent铆a, levant贸 la mano y acarici贸 su cara. Traz贸 las curvas de sus facciones hasta que se detuvo en los colmillos. Randy pudo observar que sus ojos se apagaban tan r谩pido como lo hace una vela cuando alguien la sopla con fuerza, y el ruido de aquel absurdo soplido bloque贸 sus pensamientos. La sonrisa que ella siempre proyectaba se desvanec铆a por segundos.

—Hazlo, por favor. Lo descubriremos juntos.

Las l谩grimas se acumulaban atrapadas en sus vidriosos ojos, ojos humanos con los que mir贸 por 煤ltima vez el rostro de Randy, y por primera vez observ贸 el rostro del mal. Los apret贸 dejando resbalar las l谩grimas que bajaron hasta las comisuras de su boca. Randy asinti贸, aunque ella ya no pod铆a verlo, y tom贸 la navaja del suelo.

—¿Siempre juntos? —susurr贸 Randall, y ella lo repiti贸 con un hilo de voz.

Ah铆 estaba otra vez, flotaba en el aire ese olor inconfundible. Era el miedo. Pod铆a sentir c贸mo, la todav铆a humana Christine, exhalaba el pestilente aroma por cada poro de su piel. Randall acerc贸 la navaja a su mu帽eca y la abri贸 de un tajo, para permitir que su sangre, casi negra y espesa, cayera a borbotones en la boca de Christine.

—Siempre juntos —volvi贸 a sellar el acuerdo con sus palabras, pero ella ya no contest贸.
 
Christine hab铆a muerto.




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Comentarios

  1. No V铆ctor , yo no quer铆a que muriera Christina Julieta si el final de esta vampira me ha gustado .lo que m谩s me ha atra铆do es la transformaci贸n de Randall la rabia l, la fuerza que le has dado me gusta 馃憣馃憣馃憣馃憣

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    1. ¡Hola, Gome! Te contesto por partes.

      Punto 1: no puedo contestar a eso. 馃き

      Punto 2: tampoco puedo contestar. 馃

      Punto 3: la transformaci贸n de Randall nace de la pura rabia que siente. Me alegra que te haya gustado. 馃槉

      Siento ser tan poco explicativo, pero descubrir谩s las respuestas que te faltan en el pr贸ximo relato. 馃槃馃憦馃徎馃摉馃

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  2. Por fin saca Randall su temperamento y no le da tiempo a salvar a Christine?.
    ¿Ser谩 esto un antes y un despu茅s, un punto de inflexi贸n?

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    1. ¡Ay, amigos! ¡Tantas dudas que os estoy creando y no puedo coser m谩s que cuatro puntadas en el telar del destino!

      Todas las cosas suceden por algo, creedme. 馃馃‍♀

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